“Por eso se
sentía invenciblemente atraído por el cine. ¡Qué concentración de sentimientos,
de ideas, de acción y de sentido! En el transcurso de una hora y media, uno, dos
o más seres humanos podían experimentar todo lo que a veces no sería alcanzado
jamás en millares de instantes, por una persona viviente.” Nebiros, p.26
Viviendo
estas otras vidas me encontré con The Duke of Burgundy, una película sobre cómo
el teatro del sexo puede desencantar, con un erotismo basado en la sugestión
más que en la exposición y con una fotografía muy atmosférica y atractiva.
El duque de borgoña es una especie de mariposa de Gran Bretaña, la Hamearis lucina.
Éste es uno de los múltiples posters realizados para la producción.
Además, me
encontré con las peripecias de una bruja del amor, una tragicomedia que también
es un estudio sobre los estigmas que las mujeres han llevado a espaldas a lo
largo de la historia y que aún se mantienen, The Love Witch.
Pintura de Elaine en The Love Witch, representando a Atenea. Sí, era de esperar que la bruja fuera artista. Propiedad de Anna Biller.
La estética
y recreación de ambos filmes es durante las décadas de los 60 y 70, con dos
niveles diferentes de ambientación. La primera con los clásicos tonos de otoño,
el marrón y el cuero, la penumbra y la segunda con el colorido arcoíris de la
psicodelia.
Y mientras
leo a Nebiros, dándome cuenta de que 1. no es una lectura para vacaciones (algo
había escuchado de sus similitudes con el Ulises de Joyce), altamente reflexiva
con un personaje principal bastante pesimista, lo que me lleva al segundo
punto, 2. necesitas estar bien de ánimos o bien posicionarte en que hay gente ahí fuera (incluso en el mundo de la ficción) que tiene días peores que tu y 3. me
arrepiento de haber leído artículos de crítica sobre esta obra―algunos sin intención: así fue que la descubrí.
Ahora no puedo observar esa ciudad
innombrable que el narrador describe sin imaginarme caminando por Barcelona.