Siempre que viajo procuro visitar cementerios, porque la parte “muerta” del lugar también es cultura viva y ver cómo la gente entierra a sus muertos a lo largo del tiempo te da una idea de cómo son ellos. Esta vez sabía que no tendría mucho tiempo para escaparme al cementerio, además la lluvia continua lo estaba destinando a la lista de imposibles desde primera hora. Lo olvidé.
Mi lista de museos por visitar incluía las ruinas de un convento medieval, que queda situado en el mismo barrio donde me estaba quedando. Una de las cosas que más llamó mi atención es que aseguraba albergar una momia egipcia y dada mi fascinación con este mundo tenía que verla, sí o sí. Cuando entré descubrí para mi asombro que era un cementerio en toda regla y con muchos siglos de antigüedad. Quizás la momia era fallecido más notorio, pero allí descansaban los restos de mucha más gente.
Un poco de
historia
El Convento
de la Orden del Carmen de Lisboa fue fundado por Nuno Álvares Pereira, militar
y religioso, en 1389. El edificio es la prueba viva más notable del gran
terremoto que asoló a Lisboa en 1755. La tumba de su fundador y sus restos
descansan allí. Fueron descubiertos en 1864, un año después de que Joaquim
Possidónio da Silva fundase la actual Asociación de Arquéologos Portugueses. Se
decidió que ese lugar albergara antiguas piezas de otros museos en ruinas. En
1756 se iniciaron unas obras de reconstrucción del convento que quedaron
detenidas para siempre en 1834 por la extinción de las órdenes religiosas en
Portugal. Cuando se baja del elevador de San Justa se aprecia una puerta con
flores de lis: se trata de la porta real, era la puerta que conectaba con el
Palacio de Avis, ya desaparecido.
Muertos y
lápidas famosas
Los
sarcófagos más bonitos en el inventario de museo son, probablemente, el de Don
Fernando I (s. XIV) y el monumento funerario de Doña María de Austria (s.
XVII). También albergan un fragmento de un friso del período romano, el
sarcófago de las musas. Sin embargo lo que más llama la atención son las
momias, de ambos lados del Atlántico. En urnas de cristal conservan y exponen
la momia de un joven y una joven de Perú, del s. XVI. Sorprendente ver el buen
estado de los dientes del ejemplar masculina
y más aún la extraordinaria conservación de la larga melena del ejemplar
femenino. Luego, la estrella de la colección, la momia egipcia con su sarcófago
medio roto a través del que se puede ver parte de los pies, que data de entre
los siglos VI y II a.C. y que no tiene dinastía reconocida. Me queda la duda de cómo
llegarían estos objetos allí, pero no ofrecen mucha más
información y no encontré mucho más en internet.
Así que al final encontré algo más que un cementerio. Y paró la lluvia; al final, ese día brilló el sol, quizás para dibujar las sombras de los arcos que quedan de pie en las ruinas del convento, para permitirme ver con claridad a sus moradores permanentes.
Así que al final encontré algo más que un cementerio. Y paró la lluvia; al final, ese día brilló el sol, quizás para dibujar las sombras de los arcos que quedan de pie en las ruinas del convento, para permitirme ver con claridad a sus moradores permanentes.
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