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lunes, 29 de febrero de 2016

No puedo bailar de puntillas, Emily Dickinson


No puedo bailar de Puntillas —
Nadie me enseñó —

Pero a veces, en mi mente,
Me posee una melodía —

Si yo hubiera aprendido mi Ballet —
Lo dejaría bien claro

Con Piruetas para palidecer a una Compañía —
O enloquecer a una Prima Donna,

Y aunque yo no tuviera un Vestido de Gasa —

Ni Rulos para el Pelo,
Ni saltara ante el Público — como los Pájaros,
Con una Pata en el Aire,

Ni sacudiera mi figura en Bailes con Plumas,
Ni rodara sobre ruedas de nieve,
Hasta desaparecer de la vista, en el sonido,

El Teatro me pide una nueva actuación —

Pero nadie sabe que yo conozco el Arte
Que menciono — fácil — Aquí —
Ningún Cartel me ha dado fama — 
Pero está lleno esto como la Ópera



Emily Dickinson, 1862
Traducción de José Luis Rey

lunes, 25 de enero de 2016

Aves de destrucción


El águila de Pengwern, de cresta gris, esta noche
chilla desde las alturas,
ávida de la carne que yo quiero.

El águila de Pengwern, de cresta gris, esta noche
chilla desde las alturas,
ávida de la carne de Cynddylan.

El águila de Pengwern, de cresta gris, esta noche
ha extendido su garra,
ávida de la carne que yo quiero.

El águila de Pengwern, desde lejos llama esta noche,
reclamando sangre de hombres.
Recibirá Trenn el nombre de la ciudad desafortunada.

El águila de Pengwern, desde lejos llama esta noche,
reclamando la sangre de los hombres.
recibirá Trenn el nombre de ciudad manchada de sangre.






Fragmento de Cannu Heledd, poema medieval galés.
Fotografía de Korseatra 

miércoles, 28 de octubre de 2015

Por donde un día paseó Poe


Divagan eternamente estas sombras en la tierra,
Soñando con siglos que se fueron para siempre;
Grandes olmos se alzan solemnes entre lápidas y túmulos
Desplegando su alta bóveda sobre un muro oculto de otro tiempo.

Una luz del recuerdo ilumina todo el escenario,
Y las hojas muertas hablan en susurros de los días idos,
Añorando imágenes y sonidos que ya no volverán.

Triste y solitario, un espectro se desliza a lo largo
De los paseos por donde sus pasos le llevaban en vida;
Pero no es visible a los ojos cualquiera, a pesar de que su canto
Resuena a través del tiempo con una extraña fascinación.
Sólo los pocos que conocen el secreto de su magia
Pueden encontrar entre estas tumbas la sombra de Poe.


H.P. Lovecraft

lunes, 16 de diciembre de 2013

El espejo de la melancolía



Alejandra Pizarnik reflexiona sobre las prácticas y las actitudes de la condesa Báthory.


"Un color invariable rige al melancólico: su interior es un espacio de color de luto; nada pasa allí, nadie pasa. Es una escena sin decorados donde el yo inerte es asistido por el yo que sufre por esa inercia. Éste quisiera liberar al prisionero, pero cualquier tentativa fracasa como hubiera fracasado Teseo si , además de ser él mismo, hubiese sido, también, el Minotauro; matarlo, entonces, habría exigido matarse. Pero hay remedios fugitivos: los placeres sexuales, por ejemplo, por un breve tiempo pueden borrar la silenciosa galería de ecos y de espejos que es el alma melancólica. Y más aún: hasta pueden iluminar ese recinto enlutado y transformarlo en una suerte de cajita de música con figuras de vivos y alegres colores que danzan y cantan deliciosamente. Luego, cuando se acabe la cuerda, habrá que retornar a la inmovilidad y al silencio. La cajita de música no es un medio de comparación gratuito. Creo que la melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado. Mientras afuera todo sucede con un ritmo vertiginoso de cascada, adentro hay una lentitud exhausta de gota de agua cayendo de tanto en tanto. De allí que ese afuera contemplado desde el adentro melancólico resulte absurdo e irreal y constituya "la farsa que todos tenemos que representar". Pero por un instante -sea por una música salvaje, o alguna droga, o el acto sexual en su máxima violencia-, el ritmo lentísimo del melancólico no sólo llega a acordarse con el del mundo externo, sino que lo sobrepasa con una desmesura indeciblemente dichosa; y el yo vibra animado por energías delirantes.



Al melancólico el tiempo se le manifiesta como suspensión del transcurrir -en verdad, hay un transcurrir, pero su lentitud evoca el crecimiento de las uñas de los muertos- que precede y continúa a la violencia fatalmente efímera. Entre dos silencios o dos muertes, la prodigiosa y fugaz velocidad, revestida de variadas formas que van de la inocente ebriedad a las perversiones sexuales y aun al crimen. Y pienso en Erzébet Báthory y en sus noches cuyo ritmo medían los gritos de las adolescentes. El libro que comento en estas notas lleva un retrato de la condesa: la sombría y hermosa dama se parece a la alegoría de la melancolía que muestran los viejos grabados. Quiero recordar, además, que en su época una melancólica significaba una poseída por el demonio."





La condesa sangrienta (fragmento)
Alejandra Pizarnik
Fotografia de Molly Syrett


domingo, 9 de junio de 2013

Reescrituras zombis: Sebastián de Córdoba sobre Garcilaso de la Vega



Soneto XIII

A Dafne ya los brazos se le caían,
y en huesos y tendones se mostraban;
y cual madeja vi que tornaban
los cabellos que ahora oscurecían.
De pústulas y costras se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se clavaban,
y en inmundos andrajos se volvían.
Aquel fue la causa de tal daño,
a fuerza de morder, menguar hacía
el cuerpo de la ninfa, ya difunto.
¡Oh miserable plaga! ¡Oh mal tamaño!
¡Que con comerla disminuya al punto

la causa y la razón que perseguía!





Sebastián de Córdoba (¿1545?-¿1604?) encontró la obra de Garcilaso de la Vega demasiado profana y la reescribió "divinizándola" como lo hiciera Girolamo Malipiero en su "Petrarca Spitrituale". Como verán, lo divino y lo sacro se lleva poco con lo "gore".


Imagen de Gil Bruvel


domingo, 28 de abril de 2013

Porque ella escribía poemas de fantasmas


Gimnasia mañanera diaria. Travesías atadas al mástil del barco (por expreso deseo). Grandes jarras de cerveza. Coca y morfina regular (con receta médica). Rebelde, maniática y solitaria. Un ancla tatuada a su hombro. No, no es la descripción alguna poeta decadentista y libertina del siglo 19. Se trata de Isabel de Baviera, Emperatriz de Austria-Hungría. Ésta fue Sissi, que entre otras cosas (¿inapropiadas para una princesa?), también se dedicaba a la escritura de poemas:


Cuatro esqueletos


“¿No es hora ya de volver?”,
me pregunta el timonel.
“El día ya se está acabando,

y la marea ya sube.”

Los otros dos ya tienen hambre,
hace mucho que zarpamos;
están tristes, cabizbajos,
con sus chaquetas azules.


“¡No, yo quiero navegar,
seguir hasta el fin del mundo!”
aunque se llegue a soltar
nuestra carne de los huesos.


Que pasen días y días,
que pasen semanas y meses,
hasta que ya sólo queden

a bordo cuatro esqueletos.

 


Sin velas y sin timón,
navegan los esqueletos:
“Esa nave está encantada.”
Nadie se atreve a subir.


En las noches de verano
se ve a la luz de la luna
brillar los cuatro esqueletos
cual si fueran de marfil.


Cuando ruge la tormenta
y de gris se tiñe el cielo,
cuando las olas se agitan,

castañean sus huesos.

Pero siguen navegando.

siguen hasta el fin del mundo;
sólo en paz descansarán
cuando puedan divisarlo.


Pero nunca llegarán,
puesto que el mundo es redondo;
y esas blancas osamentas

jamás hallarán descanso.


Canciones de Invierno, Isabel de Austria-Hungría (Sissi)
Traducción de Joan Parra y Ángeles Caso, 1997
Imagen: Nika Danielska




viernes, 11 de mayo de 2012

Para llevar en el bolsillo a la Condesa Sangrienta

Hace unos años, la editorial Zorro Rojo editó las reflexiones poéticas de Alejandra Pizarnik sobre Elizabeth Báthory en un bello volumen ilustrado por  por el artista bonaerense Santiago Caruso. Ahora han lanzado una nueva colección que acercará al público a este y otros libros en un formato más pequeño y económico.

Librarse del peso del horror para adentrarse en el personaje, ese es el mérito que tiene Valentine Penrose, la escritora surrealista que escribió "La Comtesse Sanglante" una colección de poemas que ilustran el carácter Elizabeth Báthory. Acusada de matar y torturar a más de seiscientas chicas en su castillo, la aristócrata se ha ganado históricamente los adjetivos de asesina en serie, bruja, o de ser la verdadera Drácula, entre otros.

Disociarse lo macabro para enfocar el personaje, eso fue lo que hizo Penrose y reflexionar sobre esta complejísima personalidad fue lo que hizo Alejandra Pizarnik, acercarnos y evocar donde se encuentra entre lo humano y lo que nos traspasa.

Con sus ilustraciones, Santiago Caruso devolvió al espectador el terror, lo oscuro a su máxima, expresión en una atmósfera industrial y gótica. Y los libros del Zorro Rojo le redujeron el estuche, más no su tamaño. Lo justo y necesario para llevar el horror a todas partes.