lunes, 16 de diciembre de 2013

El espejo de la melancolía



Alejandra Pizarnik reflexiona sobre las prácticas y las actitudes de la condesa Báthory.


"Un color invariable rige al melancólico: su interior es un espacio de color de luto; nada pasa allí, nadie pasa. Es una escena sin decorados donde el yo inerte es asistido por el yo que sufre por esa inercia. Éste quisiera liberar al prisionero, pero cualquier tentativa fracasa como hubiera fracasado Teseo si , además de ser él mismo, hubiese sido, también, el Minotauro; matarlo, entonces, habría exigido matarse. Pero hay remedios fugitivos: los placeres sexuales, por ejemplo, por un breve tiempo pueden borrar la silenciosa galería de ecos y de espejos que es el alma melancólica. Y más aún: hasta pueden iluminar ese recinto enlutado y transformarlo en una suerte de cajita de música con figuras de vivos y alegres colores que danzan y cantan deliciosamente. Luego, cuando se acabe la cuerda, habrá que retornar a la inmovilidad y al silencio. La cajita de música no es un medio de comparación gratuito. Creo que la melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado. Mientras afuera todo sucede con un ritmo vertiginoso de cascada, adentro hay una lentitud exhausta de gota de agua cayendo de tanto en tanto. De allí que ese afuera contemplado desde el adentro melancólico resulte absurdo e irreal y constituya "la farsa que todos tenemos que representar". Pero por un instante -sea por una música salvaje, o alguna droga, o el acto sexual en su máxima violencia-, el ritmo lentísimo del melancólico no sólo llega a acordarse con el del mundo externo, sino que lo sobrepasa con una desmesura indeciblemente dichosa; y el yo vibra animado por energías delirantes.



Al melancólico el tiempo se le manifiesta como suspensión del transcurrir -en verdad, hay un transcurrir, pero su lentitud evoca el crecimiento de las uñas de los muertos- que precede y continúa a la violencia fatalmente efímera. Entre dos silencios o dos muertes, la prodigiosa y fugaz velocidad, revestida de variadas formas que van de la inocente ebriedad a las perversiones sexuales y aun al crimen. Y pienso en Erzébet Báthory y en sus noches cuyo ritmo medían los gritos de las adolescentes. El libro que comento en estas notas lleva un retrato de la condesa: la sombría y hermosa dama se parece a la alegoría de la melancolía que muestran los viejos grabados. Quiero recordar, además, que en su época una melancólica significaba una poseída por el demonio."





La condesa sangrienta (fragmento)
Alejandra Pizarnik
Fotografia de Molly Syrett


domingo, 9 de junio de 2013

Reescrituras zombis: Sebastián de Córdoba sobre Garcilaso de la Vega



Soneto XIII

A Dafne ya los brazos se le caían,
y en huesos y tendones se mostraban;
y cual madeja vi que tornaban
los cabellos que ahora oscurecían.
De pústulas y costras se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se clavaban,
y en inmundos andrajos se volvían.
Aquel fue la causa de tal daño,
a fuerza de morder, menguar hacía
el cuerpo de la ninfa, ya difunto.
¡Oh miserable plaga! ¡Oh mal tamaño!
¡Que con comerla disminuya al punto

la causa y la razón que perseguía!





Sebastián de Córdoba (¿1545?-¿1604?) encontró la obra de Garcilaso de la Vega demasiado profana y la reescribió "divinizándola" como lo hiciera Girolamo Malipiero en su "Petrarca Spitrituale". Como verán, lo divino y lo sacro se lleva poco con lo "gore".


Imagen de Gil Bruvel


Una danza macabra y un poema medieval





"Recuerde el alma dormida,         
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte           
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,            
cualquiera tiempo pasado
fue mejor."


Coplas por la muerte de su padre
Jorge Manrique


Danse Macabre, 1670
Óleo sobre lienzo. Artista desconocido
Iglesia de San Bernardino de Siena. Cracovia, Polonia
Imagen: artyzm.com



domingo, 28 de abril de 2013

Porque ella escribía poemas de fantasmas


Gimnasia mañanera diaria. Travesías atadas al mástil del barco (por expreso deseo). Grandes jarras de cerveza. Coca y morfina regular (con receta médica). Rebelde, maniática y solitaria. Un ancla tatuada a su hombro. No, no es la descripción alguna poeta decadentista y libertina del siglo 19. Se trata de Isabel de Baviera, Emperatriz de Austria-Hungría. Ésta fue Sissi, que entre otras cosas (¿inapropiadas para una princesa?), también se dedicaba a la escritura de poemas:


Cuatro esqueletos


“¿No es hora ya de volver?”,
me pregunta el timonel.
“El día ya se está acabando,

y la marea ya sube.”

Los otros dos ya tienen hambre,
hace mucho que zarpamos;
están tristes, cabizbajos,
con sus chaquetas azules.


“¡No, yo quiero navegar,
seguir hasta el fin del mundo!”
aunque se llegue a soltar
nuestra carne de los huesos.


Que pasen días y días,
que pasen semanas y meses,
hasta que ya sólo queden

a bordo cuatro esqueletos.

 


Sin velas y sin timón,
navegan los esqueletos:
“Esa nave está encantada.”
Nadie se atreve a subir.


En las noches de verano
se ve a la luz de la luna
brillar los cuatro esqueletos
cual si fueran de marfil.


Cuando ruge la tormenta
y de gris se tiñe el cielo,
cuando las olas se agitan,

castañean sus huesos.

Pero siguen navegando.

siguen hasta el fin del mundo;
sólo en paz descansarán
cuando puedan divisarlo.


Pero nunca llegarán,
puesto que el mundo es redondo;
y esas blancas osamentas

jamás hallarán descanso.


Canciones de Invierno, Isabel de Austria-Hungría (Sissi)
Traducción de Joan Parra y Ángeles Caso, 1997
Imagen: Nika Danielska




martes, 12 de febrero de 2013

Ocupación Poética, una forma diferente de recorrer la ciudad


En la calle que transitas a diario convive, paralela a ti, una voz que declama un poema. O bien puede ser una página que se transparenta entre las múltiples capas de nuestra realidad visible e invisible y que solo puede ser perceptible cuando activas ciertos “canales”. Sí, la ciudad puede parecerse al complejo entramado de un documento de diseño.

Seguro que nunca te habían propuesto un paseo así.

Prefiero llamarle paseo, aunque su nombre evoca la batalla y la resistencia, que resulta muy apropiado para los tiempos que corren.

Cada esquina de la ciudad está ocupada poéticamente y cada paseo puede ser único. Esto es posible gracias a la iniciativa de Juan Carlos Ibáñez Angulo y Carlos Contreras Elvira que desde el grupo Intermediae y tomando como artífice y soporte las nuevas tecnologías han animado a miles de personas alrededor del mundo a ocupar con poemas las ciudades.


Ocupación Poética es la apropiación de “el espacio inhabitable que hay en todos los espacios o, dicho de otro modo, los no-lugares que hay en todos los lugares" según reza la presentación de la propuesta, teóricamente. En la práctica es lo siguiente: con la aplicación geolocalizadora Layar se sube un documento audiovisual ubicado en determinado punto geográfico. Ese documento estará a la vista de toda persona que con un teléfono inteligente active el visualizador de la aplicación, de cualquier paseante que pase por ese punto.

Aún hace falta un mapa de autores y localizaciones, pero mientras pueden ir descubriendo tesoros ocultos en calles comunes.


Más información en:
Imagen de trendwatching.com

sábado, 2 de febrero de 2013

Felíz cumpleaños, Julia



Julia de Burgos
I.
Soy tu Julia de Burgos, borracho,
que despierto a Nueva York por las calles
tuyas. Conserje de Dios azul soy,
como la vela del rito, como el papel

amarillo, despintado, solo, donde
escribo el poema que pospones
la muerte que pospones, el odio.
Soy el fantasma de tu voz, la musa Iván

que falta en tu poema (letrina
de luz--tras bastidor del cuerpo que se
pospone en tu poema--) Has borrado

el jeroglífico del ángel de la grafía
mía. Has cerrado el ataúd de los espejos. Has
dejado que la muerte pase sin decir mi nombre.

II.

Ya lo ves, Enterrador, Julia de Burgos,
ha vuelto. Con las gafas de Dios orina
en las letrinas. Con sombrero de copa,
ella, procaz, posa (de mi) en los espejos.

¡Oh, cómo pesan sus senos de la muerte!
los rizos como helechos de mi pelo
goteando sombra en la sombra de su cuerpo,
sueñan con amor podrido en la dicha

de la loca. ¡Enterrador, Julia de Burgos,
ha vuelto! Como dos hermanitos empujamos
el triciclo de dios contra las rosas.

Es la mujer lo que pesa por el hombre. Es
este sabor a tierra de los besos. Es
Julia de Iván, tan procaz, en los espejos.











III.

Julia de Burgos, con cabeza de toro,
atravezada de astilla en los espejos
pronuncia mi nombre en el amante y
desconocidamente lo besa por el sueño.

Soy yo Julia de Burgos, ¡vuelve!,
(la rosa de su espina como un falo
y tú, sentada, aúllas mariposas
por el grito). ¡Julia de Burgos ha vuelto!

Queriendo ser yo junto a su seno
ríe con la cuerda rota de su risa,
como si fuera Dios quien riera en las espinas.

 ¡Oh, la dicha de masturbarte en los trenes!
Escondida de Dios contra la muerte.
Atravezada (¿de quién?) en los espejos.

IV.

¡Julia de Burgos ha vuelto! Sube
decrépita, inmoral, a la palabra
del demiurgo y allí (de sábado de Gloria
a Domingo de Ramos) escucha

la canción del Maestro. Los cangrejos
están tomando los espejos (noche
de azul contra noche blanca) la mujer
no se reconoce en el poeta:?

 rizos de helechos, Iván de Julia, madre
el poeta ícara (o canta) la sombra
del cuerpo de mujer que se deshace.

Los cangrejos están tomando tu victoria. La
estatura del poeta te rebasa. ¡Julia
de Iván, decrépita, inmortal, ha vuelto!



©Iván Silén
Publicado originalmente en la revista A Propósito (número 4, 1995)
Imagen de Elena Vizerskaya

Julia de Burgos (17 de febrero 1914 - 6 de julio de 1953)

viernes, 23 de noviembre de 2012

Cadáver de bailarina, o la vida puesta en escena


Por Marta Yazmín García Nieves












        “Caen las palabras, se derraman las abstracciones, se reduce la presión atmosférica, vamos cayendo en trance…”.  De esa manera, Cadáver de Bailarina, primera publicación de la escritora Rosalina Martínez González, hilvana una experiencia estética repleta de vitalismo y sensibilidad frente a la cual,  el lector(a)/espectador(a) redefine las metáforas de la muerte.  No es esta, sin embargo, una intencionalidad explícita o adrede por parte de la autora, y así lo confirman las líneas que el poemario exhibe como prólogo, cita de la visión iconoclasta de Oliverio Girondo, donde se anuncia que estamos delante de un libro de poemas apartado de estructuras establecidas.  Esta apertura y autonomía exaltadas, podrían sugerir la presencia de una poeta madura desde todas las dimensiones que puede abarcar ese adjetivo.  Sin embargo, opuesto a la idea de que en el mundo de las letras –como en el de la muerte– los años enaltecen la figura de un autor, Martínez González ejemplifica en su artificio la calidad y el poderío que puede habitar en la nueva –joven–  promoción de poetas. 

Cadáver de bailarina configura un diálogo entre la voz poética y el discurso de la muerte como expresión artística y conciencia(ción) de la sensibilidad.  Los contrastes son así los elementos más distintivos de esta puesta en escena en donde una bailarina llena de vitalidad a quien Mozart envuelve “las piernas, los brazos, y […] dispara al aire y […] hacía sentir grande y […] hacía sentir suya en cada movimiento” es a su vez “vomito de cenizas conservadas, colección de huesos dos o tres épocas antes que la nada, vísceras revueltas, carne putrefacta, cuencas vacías, trozos de alma”.  Las cinco estaciones del recital: El ballet eclipsado, Semidesnudos y retazos de atardecidos, Delirios y fantasías de un bardo, El bestiario de New Orleans y La metamorfosis del caminante, recrean este insólito perfil anfibio de luz y oscuridad que insta a la búsqueda multidimensional de “luminosidad y belleza vedada”. 

            El ballet eclipsado, inicia la obra y despliega las imágenes que se transforman a lo largo de todo el poemario: espectros, cementerios, hemorragias, sarcófagos; por mencionar algunas de las múltiples iconografías arquetípicas presentadas que se entrelazan a su vez, con caracterizaciones y escenarios inusitados:   zapatillas ensangrentadas al compas de un trasfondo musical clásico y escenarios luminiscentes en donde se idealiza el silencio.  El poema Frágil denota esa plasticidad/fluidez/apertura que revela además el espesor filosófico de la obra.  Puede apreciarse así el matiz existencialista de algunos versos que rememoran por ejemplo a la poetisa Alejandra Pizarnik y su lóbrega imagen que compara la vida con una “fila para morir”:  “Esta galería fantasma/ de trazos imperfectos/ tiene una dosis de veneno/ para quien desee morir;/unas gotas de sangre/ para quien sobrevive entre espinas,/ clavos y navajas/en esta maquinaria acelerada de la muerte.” Múltiples contrastes: muerte/eternidad, níveo/sangriento, luz/oscuridad, cansancio/energía, esencia/nada,  libertad/esclavitud, confluyen como un todo de expresión artística en donde las piezas que no encajan sugieren transformación y creatividad:  “corto rosas sangrantes/ para adornar una ventana/ con vista al vacío”.

            Semidesnudos y retazos de atardecidos, invoca –como anuncia la voz poética en la primera parte cuando dice: “trago esencia de oscuridad”– perfiles ensombrecidos por la luz del canon literario,  por la prosa como estilo de vida, por el diario morir enajenante y mecánico:  los poetas, los sensibles, los humanos, los semidesnudos, los suicidas; todos, congregados bajo el apelativo de “atardecidos”, despliegan en esta segunda y apoteósica estación del espectáculo, las amplias posibilidades del surrealismo.  El tono desafiante con el que esta estética desdibuja los lindes entre la realidad y el sueño, discurre por ejemplo entre los versos de “Sueño I” donde se aprecia la intención de descubrir y apropiarse de escenarios inusitados, proscritos, exclusivos e impenetrables, pues:  “cuanto más tarde/ y lejano/ y oculto/ y oscuro/ igualmente eres/ el sepulcro más deseado…/ y me muero por profanarte.” El desafío revela el carácter cosmopolita del texto, pues, “en Pointe du Lac, o en París, o en Egipto” la voz poética rastrea, encuentra y habita los espacios ilimitados que ofrecen las metáforas de la muerte, como un “vómito que provoca la noche, hasta que coagule el verbo”.

            Esa palabra coagulada continúa su trayecto por los resquicios del Cadáver de bailarina, un artificio desmembrado en múltiples alusiones textuales y técnicas que dialogan con el gusto posmoderno.  Así, como un film, una compilación literaria o una fotografía (collage), los Delirios y fantasías de un bardo se unen a la secuencia de imágenes funestas que proyectaron en escena a Beethoven y a Mozart en las primeras partes del poemario, para invocar también la textualidad de Hamlet, de Ofelia, de Calisto y Melibea, en un solo y unísono encuentro donde “no hacen falta/ ni cámaras, ni telescopios/ para improvisarte un sentimiento/ en este teatro no compartido”.

            La colisión de personajes, sentimientos, desencuentros, nacimientos, muertes  y resucitaciones bien podrían constituir un bestiario que desestabiliza las creencias tradicionales sobre el bien y el mal –como fue el propósito de este artificio durante la Edad Media.  Sin embargo, se trata de una versión disociada de adoctrinamientos en donde solo tienen cabida la expresión artística y la pasión.  El Bestiario de New Orleans es precisamente el título de la penúltima parte del libro donde la voz poética expresa “todo ello esta aquí/ conmigo y contra el mármol”.  Contrario a lo que podría sugerir, el mausoleo estético y temático que representa el poemario reafirma la predominancia de la energía vital como centro mismo de la obra en el que gravita, como un espectro inefable, el cadáver de una bailarina o bien, la celebración de un arte nuevo, como sugiere el poema Resucitación:  “de las delicadas cenizas;/eran los pétalos que derramaste,/ funeral de quien no estaba muerto/ cadáver que los cocodrilos no devoraron”.  De ese modo, como una sobreviviente, como un ente disociado del entorno que la estereotipa, la bailarina/el cadáver se autoproclama:  “Princesa de las sombras/ tersa y pálida como Pointe du Lac/ lujosa y radiante como Rue Royale”.

            La metamorfosis del caminante cierra el telón de esta fascinante y paradójica puesta en escena de la vitalidad.  Así, el primer poema de esta parte, Un alarido de sirena solitaria, reafirma la nostalgia de la sensibilidad que constituye el poemario.  El precio de esta conciencia se traduce en el sentimiento de soledad. No obstante, la voz poética fantasea con optimismo:  “Abres los ojos/ pero dentro del mar/ solo hay tinieblas/ aun así te lanzas/ (a contra corriente o con ella)/ a buscar/ luminosidad y belleza vedada.”
 
          El libro culmina como una exhortación macabra.  Sin embargo, resulta interesante apreciar cómo, afianzado en el carácter multidimensional y abierto que se vaticinó desde el prólogo, los versos que describen el perfil de una bailarina muerta “tan bella como quieras verme, / tan sensual como imagines/ no harán falta unas piernas/ para llevarte a la deriva/ (a ti y a tu barco),/ para hundirte en mis pesadillas/ más macabras” reafirman que la vida o la muerte resultan de la sensibilidad o la inconciencia, respectivamente, y se presentan en el escenario de cada cual como una clara ratificación del libre albedrio.   De ese modo, al final del poemario, que puede también interpretarse como el comienzo, sugestivamente y con el atractivo paradójico y oscuro que acompañan las imágenes del más allá, una ecléctica y concienciadora propuesta poética pide entrar al escenario, vivir, sensibilizar y expresarse en plena “Melodía a mediodía”:  preguntando:  “¿Quieres que te cante?”…



Marta Yazmín García Nieves es especialista en dramaturgia puertorriqueña. Fue periodista en la oficina de prensa del Recinto Universitario de Mayagüez y la organizadora del Simposio de Nueva Literatura Puertorriqueña en 2010. Es colaboradora de Ediciones SM y ejerce como profesora de español en la Universidad de Puerto Rico en Ponce. Su género favorito es la poesía.


©2012 Marta Yazmín García Nieves

Foto cedida por la autora


sábado, 17 de noviembre de 2012

Cadáver de bailarina, una pintura versada


Por Leticia Ruiz Rosado

         
Ante el cadáver inerte que Rosalina Martínez González pinta en verso en su poemario Cadáver de bailarina, subyace un profundo pesar ante tanta belleza veleidosa. Así el verso inquieta por la duplicidad de su lenguaje oblicuo como es la vida dual de la bailarina. De ahí que con el uso de un "casi" apela a rememorar ese fugaz tiempo de gloria que disecan las zapatillas con su recorrido. Ellas precisamente evocadas remiten a la imagen gastada de ellas y su dueña. Es precisamente su belleza pasada lo que parece envidiar con ironía el gran Mozart entre las piernas de aquélla que danza en el aire unos movimientos evocativos del maestro romántico como parece ser nuestra bailarina. A ello se añaden cuestionamientos retóricos en una tríada, muerte, bailarina, muerte a modo de enunciado introductorio para afinar la estructura que conforma el poemario.
Luego nos lleva de la mano a las profundidades de otra belleza fatídica, llena de ironías que rebasan la imaginación creadora por la burla soterrada a la bailarina y su realidad.
Qué sabes tú
de lo que provoca
una mano penetrando en tu estómago
buscando
intensamente,
rasgando
despiadadamente,
intentando romperte la espalda
Nada.
Entonces, acércate bailarina,
ven y observa cómo se manchan de rojo
las zapatillas
y cómo la sangre
prepara el suelo del salón
para el ballet.
La ironía no puede ser más elocuente en la voz que enuncia los versos porque de inmediato pronuncia el nombre de otro músico que sirve de plataforma para ese derramamiento de sangre, y la invitación es que descanse su frente sobre las rodillas con los acordes de otro maestro romántico, Beethoven. La música es pues el ingrediente que aterciopela lo fatídico de su realidad artística. Mas, es tan fugaz el olvido de todo lo destruido de su cuerpo, que nadie los recuerda. Lo importante es el montaje en el escenario y lo que provoca el deseo. Ella, la víctima no importa, sólo la imagen de su figura en escena dotada de esplendor y belleza provocativa.
Colgarte de una esquina
y ver cómo la brisa mece
unos despojos de ultratumba
(y yo todavía sueño con tu cuerpo, bailarina)
El poema se convierte dentro de este texto en la estrofa final de un poema, en forma suscinta resume la verdad oculta detrás de la intención de la voz lírica que va a:
... ahogar tus recuerdos
en el pozo del vacío
para recoger el ícono en trizas
que desfigura tu nada.
Es pues la puesta en escena en verso, de esa vida anegada al tormento de la muerte continua. Así que la flor como la bailarina tienen en común la belleza efímera de los pétalos que a su vez conforman los versos en la estrofa.
...dispersando estos pétalos
crisantemos perfumados de muerte
hoy ahogan su llanto
tatuándose en tu sarcófago
El tiempo matiza todo el proceso creativo que va llevando a la bella a su fatal desaparición.
Ves.
El humo se disuelve
en tu rostro
y ese coro
de velas incandescentes
canta himnos a tu cuerpo.
Es no sólo tiempo fugaz, sino "crisantemos" que se ven en el lago como "rosas negras". Una metáfora dentro de la otra. Ese montaje de imágenes de las bailarinas que se repiten precisamente en el tiempo. Todo ese pasado es irreal, una fantasía cruel de la realidad que igual que el lenguaje, intenta encarnarse en el poema y la bailarina en el escenario. El poema por tanto adquiere en su forma toda la sutileza estética de la danzarina muerta.
Dime entonces
cómo verso
(veo, observo, miro)
fantasías de tu cuerpo
porque tampo puedo
ver.
La voz no la puede ver debido a su fragilidad, por eso traza y traza igual que el poeta, buscando la palabra justa para que en su evocación pueda trazar universos, en este caso, el mundo de la bailarina.
en esta sutil agonía
que se me hace eterna,
en estas noches:
sombra de mi cuerpo
tinta de mis versos
Esta estrofa es un gran acto creativo en que tanto se recrea el mundo de la poeta como la figura de la bailarina, la imagen está perfectamente lograda. Esta primera parte del texto titulada "El ballet eclipsado" es un recorrido por el mundo del tormento de la creadora y de la bailarina cuyos mundos son paralelamente tormentosos ante la búsqueda de la belleza, una pretende la palabra y la música del verso, la otra, crear la figura correcta del movimiento sobre las zapatillas que enjaulan el dolor de sus pies y su cuerpo. Ambos espacios encierran el tormento de la crucificción en que las voces esconden eternidades.
En la segunda parte del texto, "Semidesnudos y retazos de atardecidos", hallamos la violencia que encierra la otra belleza que nadie desea degustar, pero que la bailarina saborea día a día.
Te muestro:
mira mi cerebro
reventado contra las paredes
escurriendo,
filtrándose
por los poros abiertos del techo.
Es tanta la provocación del cuerpo, que nuevamente la poeta compara la preparación de la bailarina con el ritual de la escritora cuando logra su intento.
y sólo
vomito
esta noche provocada.
Hasta que coagule el verbo.
En el tercer apartado, "Delirios y fantasías de un bardo" encuentro el mejor poema del texto ya que la imagen de la bailarina se muestra en esencia versificada y figurativa como una rosa. Semeja el movimiento sincrónico del ballet como el del verso y asume el ritmo de la caída de unos pétalos. Como entiendo que la poesía es ritmo, Rosalina Martínez González aúna en este breve poema la brevedad melodiosa de ambos actos: crear el poema y semejar los dos movimientos, el de la bailarina y el de la caída de los pétalos junto con la caída de los párpados de sus ojos que podrían semejar los pétalos y ese beso que sale de su boca cual suspiro cuyos labios pueden incluso semejar otros pétalos igualmente morados. La sincronía de todos los elementos naturales aquí evocados recrean los movimientos de todos los elementos a modo de una pintura de ballet.
La rosa derramó,
hemorrágica
una lluvia de pétalos morados
y ella
atada de pies y manos
los recibió
cerrando los ojos,
besando con un suspiro al viento.
En el cuarto espacio poético del texto, "El bestiario de New Orleans" continuamos encontrando huellas del trasfondo que conforma el poemario: el deseo. Aquí la palabra se convierte cual bailarina en rizoma de ecos de otras ellas.
De mí no conoces nada.
Soy una voz que no recuerdas
un rostro antiguo y poco familiar
Entonces para devolver teatralidad a las imágenes recurre al moderno y antiguo tema de los vampiros y en un empalme con Baudelaire, Rosalina acude a la fuente primaria de la poesía, la tragedia y ofrenda en verso una especie de drama para un público ávido de acción.
Princesa de las sombras
tersa y pálida como pointe du Lac
lujosa y radiante como Rue Royale
glamorosa noche de new Orleans
volviste...
Ya para finalizar este viaje, llegamos a la parte final del texto, "La metamorfosis del caminante" donde la voz lírica a modo de responso por la pérdida de Norah enunciada en el poema final de la sección anterior, nos asegura que va en su búsqueda como Palés Matos antes fue por aquella belleza vedada y luminosa. Ahora Rosalina Martínez González cruza el río en busca de aquella otra figura transfigurada y en el nuevo habitat sin ambages le canta ante el rito del viaje definitivo. Porque desde la otredad, estará cual verso, danzando y cantando para siempre a fin de provocar como todo deseo, la mar de imágenes consustanciales al sueño de Cadáver de bailarina.
Así seré
tan bella como quieras verme,
tan sensual como imagines
no harán falta unas piernas
para llevarte a la deriva
(a ti y a tu barco),
para hundirte en mis pesadillas
más macabras...




Leticia Ruiz Rosado es la autora de “Pieza extraña, rara, difusa”, “Paloma verdadera”, “Cántico a Babel Bárbara” y “Te vi Luna” (Terranova Editores, 2007). Es editora y fundadora de la “Revista Identidad” de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla desde el año 2004 a la actualidad. También fue editora de la antología “Poesía en el tiempo…” (2006), muestra que reúne una selección de poetas puertorriqueños de las generaciones del 60 al presente como homenaje a la poesía latinoamericana y a la labor de la estudiosa puertorriqueña Josefina Rivera de Álvarez.

Leticia es doctora Literatura Barroca Española y especialista en Literatura Comparada. Ejerce como catedrática en el Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla.


©2012 Leticia Ruiz Rosado
Fotografía de Otoño Cultural Iberoamericano

sábado, 20 de octubre de 2012

Principio elemental



Éramos dos focos de calor
en la noche
entre las sombras
nos movíamos con soltura
porque nuestra luz
nos hacía camino.


Caminamos
ahora ayudada por tu luz
sorteo las sombras
con tu aurora boreal
porque tu calor
se te rompió más atrás
                            en el camino
y no hubo forma
de recomponerlo.


Foto de Mike Bailey-Gates


Emancipación emocional






Si al hablar de futuro
no encuentro tu rostro en mis planes
será que me he visto forzada
a hacerme independiente
de este molesto cascarón físico
y aprender a quererte
tal cual eres ahora.


Foto de Mike Bailey-Gates





jueves, 4 de octubre de 2012

2046

"Si hubiera nacido en otra época, mi vida hubiera sido diferente. No sirve de nada encontrar a la persona indicada si el momento no es el adecuado. El amor es una cuestión de tiempo".

Chow Mo Wan, escritor por cuenta propia se adentraba en esta, una de sus muchas reflexiones a lo largo del film, un tanto melodrámatico (como lo son todas las cuestiones del amor romántico, porque nos parece imposible no abordarlas de otra manera). Pese a ello y pese a que es una película esencialmente romántica me resultó una maravillosa poética de la muerte, eso de ir en ese misteriosos tren que viaja al año 2046, (sea lo que sea 2046), de donde nadie ha regresado y si acaso se regresa es con la memoria virgen, en blanco, sin recuerdos. Este poema visual me hizo pensar sobre la vida, las decisiones y nuestra razón de ser y estar aquí en este mundo, antes de que parta el tren.



Un escritor que creía escribir sobre el futuro, en realidad estaba escribiendo sobre el pasado. En su novela, un misterioso tren salía de cuando en cuando con dirección al año 2046. Todos los que subían a él lo hacían con el mismo propósito: recobrar los recuerdos perdidos. Se decía que en 2046 nada cambiaba. Nadie sabía a ciencia cierta si eso era verdad, porque ninguno de los que viajaron regresó jamás. Con una excepción. Él estuvo allí. Se marchó voluntariamente. Quería cambiar.

(Sinopsis de FilmAffinity.com)

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Conversaciones con otros mundos: William Blake



Imagen de William Blake.org
¡Oh, Rosa, estás enferma!
El gusano invisible
Que vuela por la noche,
En la tempestad que aúlla,
Ha descubierto tu cama
De gozo carmesí,
Y su amor oscuro, secreto,
Te consume la vida.
CaixaForum Madrid ofrece en exposición una importante selección de la obra de Blake, complementada por la de otros artistas británicos a los que su arte y sus visiones influyeron profundamente. Hasta el 20 de octubre.