domingo, 25 de septiembre de 2016

A la que renace de las aguas



                        Las huellas de tus dedos
                        no se ven en las torres.

Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto
     al mar
los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,
por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla
     pisada.

                        Dentro del corazón está la muerte
                        como una runa blanca de ceniza.

Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el
campo negro, pero ven.

                        Detente ante la tumba
                        donde los dos estamos.


                                               * * *


Este sonido triste que solloza
es mi espada románica que piensa.

Mi corazón oscuro la acompaña.


                                              * * *


Yo soy un ser humano a pesar mío.

El espacio plateado de mi espíritu
penetra en el espacio gris del mundo.

¿Hasta cuándo?


                                             * * *

Las hierbas son tan rubias como tú
lejos de la ceniza que me aleja
para siempre sin hierro.

La muerte es el pantano de las cruces,
Bronwyn.


                                        * * *


Alucinante luz en que la luna
une la encina blanca desde el cieno
al cielo donde el hielo resplandece
azul en un silencio alucinado.
Bronwyn,
enciende la llanura con tu voz.


                                    * * *


Que las orquestas ciegas del martirio
acaben con los bosques, y los fuegos
de este incendio final, sacramentario.

Bronwyn,
si no puedo ser tú, si no podemos
ser ángel,
¿por qué la niebla es gris sobre el mar gris?


                                  * * *


Piedras como rodillas tibias,
hierbas como cabellos rubios,
cielos como brazos de cielos.

Nace el amanecer como lo negro.
En las miradas siempre vuela el nunca.


                                  * * *


Las ruinas de las runas en la roca
hablan de que yo estuve en este mundo,
donde el mar y la tierra de las nieblas
se funden y confunden.

La vida era una ausencia inagotable,
un laberinto de serpientes grises,
un pantano de rosas tenebrosas.


                             * * *


La cruz de las hogueras se ha deshecho,
las ruinas de las joyas se estremecen.

Se acerca el cementerio con los ojos
inundados de lágrimas.


                           * * *


Toma mi oscuro anillo inmemorial.

Mi armadura deshecha se deshace
y de sus mallas muertas salen fuegos
azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.

Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.
El mar que me acompaña por un mar
de sombra se deshace en el vacío.

Estoy cansado de estar muerto y ser.


                               * * *


Toma mi oscuro anillo inmemorial.

Mi armadura deshecha se deshace
y de sus mallas muertas salen fuegos
azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.

Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.
El mar que me acompaña por un mar
de sombra se deshace en el vacío.

Estoy cansado de estar muerto y ser.


                             * * *


Remolinos de cielos y de océanos
de incesantes distancias funerales.

El centro es lo lejano, y es allí
entre espirales grises y plateadas,
donde acaso la cruz es una cruz,
el cruce y el encuentro.

El centro es el lugar donde la imagen
habla desde su doble transparente.


                             * * *


Por el bosque del tiempo la noche del espacio,
el errar de mi busca, la boca de mi incendio.

En tus ojos, cayendo, un mar gris se levanta.

Lo espantoso es sencillo y está siempre muy cerca.


                             * * *


Bronwyn;
es un mar de ceniza, está subiendo.

Nuestras alas no existen por la noche.

La cabeza es de cera,
los ojos son espacio.

Te dejo entre los árboles del mundo
y este coro de gritos que persigna
mi estatura maldita.


                             * * *


Muerdo los sentimientos en el muérdago.
Mi espíritu está solo entre las hierbas.

Los demonios me buscan por los campos,
se disputan mi espada, mi armadura,
mis manos, mi cabeza, mis entrañas.

Mis hogueras de hierro se amontonan
y mis restos oscuros aún humean.

Me acaban de matar,
miro hacia donde vi tu aparición
hace mil años ya; pero la sangre
aún sale de mi boca.


                                * * *


Bajó el cielo a la tierra
y no era transparencia, era distancia.

Era un cristal de acero separando
lo unido.

Se perdieron las olas de los ojos
las flores de una cima donde un cuerpo
era sólo.

El cielo exterminó las claridades
humanas.
De su luz emanaba un absoluto
desasirse de todo lo tangible.

La pérdida nació como una piedra
negra.


                             * * *


Se acercan las doradas procesiones
que grabarán mi cuerpo en una losa.

Déjame contemplarte todavía,
mientras mis ojos cambian de función
convirtiéndose en música azulada.

Bronwyn, el horizonte es una casa:
(la imagen incendiada de una casa).


                         * * *


Nunca he tocado nada de lo que
tú eres.

Estás como una idea en un instante
puro.

Clara en tu firmamento de firmeza
blanca.

Desnuda Bronwyn, llámame, ya voy;
caigo.


                               * * *


Mi espada transparente te bencice
x  galáctica en el lago, luz,
pradera de cristal inesperable:
Bronwyn inmaculada, incensario.


                              * * *


La tumba es de carbón azul, la tumba
es como un cuerpo sonrosado y vivo.

Hic jacet.

Una espada sin nombre está parada
ante la puerta blanca del invierno.


                            * * *


Mensajera del más allá, tú vienes
con forma de mujer, pero el abismo
se cierne junto a ti tan dulcemente.

Bronwyn,
constelaciones pálidas esperan
en medio de otros cielos con tu luz.


                             * * *


Bronwyn, mi corazón,
si nunca has existido eres posible
porque la realidad es muerte viva.

Bronwyn, mi corazón,
tócame con tu nada y con tu nunca.


                            * * *


No siendo estás aquí junto a mi centro
de hierros desatados,
de distancias dispersas como el humo.

No siendo eres tan mía como yo.
Más mía, pues tu luz sobre mi niebla
vive.


                         * * *


Es tu dorada luz, aire lejano
lo que viene a los verdes arrecifes.

Dame la mano, Bronwyn, alejémonos
del mar.



Juan Eduardo Cirlot

martes, 16 de agosto de 2016

El fuego de Emily Brönte: dos poemas

"No quiero escribir nada en lo que no crea. Creo en la ferocidad y en los fantasmas y en la compasión. Y de eso escribo."

Voz de Emily Brönte en la biografía novelada Todo ese fuego, de Angeles Caso

Poemas de Emily Brönte


Yo no vivo condenada año tras año a la desolación
ni al desespero, hazlo saber a mis tiranos.

Cada noche llega el enviado de la Esperanza
y, a cambio de esta breve vida, me ofrece la eterna libertad

Llega con los vientos del Oeste y los aires errantes de la tarde
con este claro polvo de cielo que trae las más grandes estrellas;
los vientos se vuelven pensativos y las estrellas arden tiernamente
y se alzan entonces las visiones, matándome de deseo.

Deseo de algo desconocido en mis años jóvenes
cuando la Alegría enloqueció de terror al vislumbrar lágrimas futuras,
y el cielo de mi espíritu se llenó de cálidos destellos
sin lograr saber si venían del sol o de la tempestad.

Pero antes, quietud total, silenciosa calma desciende sobre mi.
Termina el sufrimiento tenaz, la feroz impaciencia.
Una música muda conforta mi pecho, indecible de armonía
que solo perdida ya la Tierra cabría imaginar.

Amanece lo Invisible. Lo Oculto revela su verdad.
Mis sentidos se alejan, y despierta mi esencia más profunda.
Libres son sus alas, llegada al fin a casa, alcanzado el puerto.
Calibra la bahía, e inicia el último envite.

Oh, qué espantoso momento, qué intensa la agonía
cuando el oído vuelve a oir y los ojos a ver,
y el pulso late, y la mente piensa,
y el alma siente la carne y la carne sus cadenas.

Pero no quiero, no, una tortura menor.
Más me tormenta esa angustia, mayor placer me otorga.

Divina es la visión, heraldo acaso de la muerte,
cubierta de infernal lago o de resplandor celeste.





¡Háblame del Norte! Un páramo solitario,
silencioso y oscuro, infinito se extiende,
y las aguas de un arroyo silvestre fluyen
rápidas a través de los frondosos bosquecillos.

Profundamente calmo el aire del crepúsculo,
inerte el paisaje; así reposamos,
hasta que, como un fantasma silencioso,
un ciervo se agacha para beber de la corriente.

Y a lo lejos la montaña, el frío,
blanco yermo de nieve acumulada,
y una estrella, grande y suave y sola,
iluminando en silencio el cielo desnudo.


Traducción de Ángeles Caso

jueves, 7 de julio de 2016

La Ofelia de Marina Tsvietáieva



Ofelia a Hamlet

Hamlet, ceñido en su cinto,
con su nimbo de aplomo y ciencia,
pálido hasta el último átomo…
(¿en la edición de mil cuántos?)

¡No le turbéis con vuestra insolente ligereza!
(¡Cantera juvenil de los trasteros!)
Como una pesada crónica,
¡ya os dejastéis caer sobre este pecho!

¡Virgen misógino! ¡Prendado
de una necia visión!...¿Habéis pensado
alguna vez qué se arranca
de las platabandas de la locura?...

¿Rosas?...Pero si es―chsss…―¡el futuro!
Ya podéis arrancar:¡crecerán otras! ¿Siquiera
una vez han traicionado las rosas? ¿Alguna
vez, a los amantes,? ¿los descuidaron?

Tras lo cual (vuestro perfume exhalado), os hundís…
―¡Nada ha ocurrido!-Pero os refrescaremos la memoria
cuando, junto a la crónica del río,
Hamlet se yerga, en su cinto ceñido…



Ofelia en defensa de la reina

¡Príncipe Hamlet! Deja de alborotar
la gusanera…¡fíjate en las rosas!
Piensa en la que―al menos por una hora―
Cuenta sus últimos días.

¡Príncipe Hamlet! Deja de calumniar
las entrañas de la reina…Vírgenes
no han de juzgar la pasión. Fedra es más culpable:
no han dejado de cantarla.

¡Y no dejarán!―Y vos con esa mezcla
de cal viva y cenizas, maldiciendo los huesos…
¡Habráse visto, príncipe! No es asunto vuestro
juzgar la sangre inflamada.

Pero si… entonces, ¡cuidado!...A través de la losa
―allá arriba―en el dormitorio―¡y a placer!―
a defender a mi reina me levantaré,
yo, vuestra inmortal pasión.



Marina Tsvietáieva vivió en la Rusia de entreguerras de comiezos de siglo XX. En su creación lo cuenta todo, aunque sus diarios también sobrevivieron.


Fotografía de Slevin Aaron

 

miércoles, 29 de junio de 2016

Desea que su amada estuviera muerta


Si tan solo yacieras fría y muerta,
la luz palideciendo en el oeste,
vendrías inclinando la cabeza,
y yo pondría la mía en tu pecho;
tú me susurrarías cosas tiernas,
perdonándome, porque estabas muerta;
no te alzarías, yéndote de prisa,
libre como los pájaros salvajes;
tu pelo envolvería, recogido,
la luna, el sol y las estrellas.
Quisiera, amada mía, que yacieras
bajo las hojas de acedera sobre el suelo
mientras una a una las estrellas palidecen.


de El viento entre los juncos
William Butler Yeats



viernes, 24 de junio de 2016

Soñando con la muerte, de William Butler Yeats

Soñé que había muerto en tierra extraña
lejos de cualquier mano amiga;
y habían clavado
los tablones sobre su rostro,
los campesinos de allí,
atónitos de dejarla en aquella soledad
y elevaron su túmulo
una cruz que habían hecho con dos trozo de madera,
y alrededor de los cipreses;
y la abandonaron a las estrellas indiferentes del cielo
hasta que yo grabé estas palabras:
 
Fue más hermosa que tu primer amor,
pero ahora yace en su ataúd.







de La Rosa

William Butler Yeats

Traducción de Antonio Rivera Tavarillo
Foto de Authentic Fauxhemian 

Sobre el autor: La poesía tiene algo de oculto y él, buscando la iluminación, la encontró.


También puedes escuchar la lectura del poema:



viernes, 17 de junio de 2016

Resucitaciones



Quiero resucitar un libro, en el sentido más estricto del término. Sin saber si es posible, es necesario. Se trata de Vie et Survie du vampire, escrito por Léo Malet, no el de las novelas de detectives sino el Léo Malet que escribía poemas y salía con surrealistas, e ilustrado por Víctor Brauner, el consolidado, el sin ojo que veía más que todos porque era un profeta, un mito en vida.


Resucitarán sus páginas en mi librería, sus líneas e ilustraciones para conocer el método, porque el único método que conozco es el de Baudelaire y sinceramente no creo que unos besos erguirán unas cenizas. Esa poesía-método, esa ilustración-convocatoria me resulta estrictamente necesaria para la resucitación, la que viene después.


Portada con una publicación de la época, 1961





Hipergénesis de la reaparición, Víctor Brauner, 1932 



El vampiro

Tú que, como una cuchillada,
En mi corazón doliente has entrado;
Tú que, fuerte como un tropel
De demonios, llegas, loca y adornada,


De mi espíritu humillado
Haces tu lecho y tu imperio,
—Infame a quien estoy ligado,
Como el forzado a la cadena,

 
Como al juego el jugador empedernido,
Como a la botella el borracho,
Como a los gusanos la carroña,
— ¡Maldita, maldita seas!


He implorado a la espada rápida
La conquista de mi libertad,
Y he dicho al veneno pérfido
Que socorriera mi cobardía.


¡Ah! El veneno y la espada
Me han desdeñado y me han dicho:
"Tú no eres digno de que te arranquen
De tu esclavitud maldita,

 
¡Imbécil! — de su imperio
Si nuestros esfuerzos te libraran,
Tus besos resucitarían
El cadáver de tu vampiro!"

de Charles Baudelaire, Las flores del mal 

Música para vampiros de ciudades abandonadas



Esto es un ejercicio que rescaté de otro espacio, una serie que estoy trabajando pero que aun no tiene forma definida.

Ella es una vampiresa que quiere introducirse en en el mundo de la escritura, pero sin hacer inmersión, así que contrata a otro escritor que lo haga por ella, un "ghostwriter".

Y en algún momento dijo algo así:

...sonaba la banda sonora de Only Lovers Left Alive. Su exposición concluyó en que ese rock nostálgico y psicodélicolo viene bien para escribir sobre lo siguiente:



  •      poemas sobre amores suicidas (sin aportar ejemplos claros)


  •     ejercicios literarios que impliquen arrancar páginas (casi todos*)


  •     relatos sobre personajes cuya acción no llega a nada (y sin embargo ese nada ya es algo)



Como es evidente algo tuvo que ver la película. Me inspiró la bohemia marginalidad de estos vampiros y la biblioteca portátil de Eva; los vinilos y guitarras de Adam y la música que evoca la ciudad abandonada. ¿Ya la han visto?

En cuanto a la serie, continuará...